domingo, 29 de enero de 2012

Chile colonial



Chile Colonial:

Se llama así al periodo de la historia chilena que comprende de los siglos XVII al XIX.  Este periodo comienza con el desastre de Curalaba en el año 1598 y termina en 1810 con la instalación de la primera junta de gobierno de Chile, dando comienzo al proceso de independencia de Chile.
La vida colonial se desarrolló en los territorios ubicados al norte del río Biobío. Allí se consolidaron los diferentes grupos sociales, cada uno con un modo de vida propia. Estos grupos se diferenciaban por su origen y por los medios económicos de que disponían. Debido a ello, las clases sociales estaban muy bien definidas.
En este periodo se formó un gran sincretismo racial y cultural, que se originó con la convivencia de españoles e indígenas. Esta época se caracterizó por la creación de una organización institucional muy compleja, el mestizaje y el sincretismo cultural que darían origen a la sociedad chilena como tal.

Organización administrativa y política de la Colonia:

Desde España el máximo soberano de las colonias era el rey, la cabeza de una monarquía absoluta, bajo su mando habían dos formas administrativas: el Consejo de Indias y la Casa de Contratación. El Consejo de Indias era un organismo ubicado en Sevilla, creado en 1524. Su función era asesorar al rey en el nombramiento de funcionarios destinados a América y en la creación de leyes; vigilar la aplicación del derecho a patronato (derechos de la Iglesia Católica para el nombramiento de autoridades eclesiásticas y definir lugares para construir templos, monasterios, etc.) y realizar juicios de residencia (evaluación al terminar su mandato). La Casa de Contratación fue creada el año 1503 en Sevilla. Se encargaba supervisar el monopolio comercial que España tenía sobre Chile y sus otras colonias, además de vigilar la llegada de colonos a América. 
En América el máximo representante del rey era el virrey, quien tenía atribuciones judiciales y administrativas. Bajo su mandato estaban gobernaciones y capitanías generales. La Capitanía General de Chile estaba bajo el Virreinato del Perú. El gobernador a cargo del Reino de Chile tenía funciones gubernativas, militares y económicas. Su deber era velar por la seguridad del territorio y ejercer el vicepatronado (ejercía el derecho a patronato en situaciones más cotidianas). También se encargaba de presidir la Real Audiencia, máximo tribunal de justicia en territorio chileno. Este organismo era el consejo asesor del gobernador, y podía ejercer su cargo momentáneamente si él moría o renunciaba. Además de él, participaban cuatro oidores, quienes se encargaban del cumplimiento de las leyes indígenas. Por la división del territorio en provincias, se necesitaba a alguien que se hiciera cargo de ellas: el corregidor, quien tendría las mismas atribuciones que el gobernador pero en un territorio más reducido. Y por último estaba el cabildo, grupo que representaba y defendía a los vecinos españoles. Su rol era preocuparse por el aseo y ornamento de la ciudad; de la salud pública e instrucción primaria y del abastecimiento de alimentos.



Españoles y descendientes

No era un grupo numeroso, debido a que en general fueron pocos los españoles que se avecindaron en América. Los españoles que venían directamente desde España recibían el nombre de peninsulares y generalmente ocupaban cargos en el gobierno, estaban relacionados con la Iglesia o bien al Ejército, o se dedicaban al comercio. Los hijos de  españoles nacidos en América recibían  el nombre de criollos.
La aristocracia estaba integrada por los peninsulares y los criollos. Ellos eran los dueños de las tierras por ser descendientes de los conquistadores. Además, tenían el poder en sus manos, gozando de relativa riqueza y de un buen nivel cultural. Ellos optaban a los cargos públicos.
Había también blancos que pertenecían a los sectores medios de la sociedad. Se trataba de comerciantes y artesanos, escribientes y oficiales del ejército que habían llegado después de la Conquista. Su nivel cultural era inferior al de los aristócratas y no tenían influencia alguna en las decisiones de gobierno.

Los indígenas 

Una  vez terminada la Conquista, los españoles se establecieron definitivamente en el territorio comprendido entre Copiapó y el río Biobío. Los indígenas que habitaban en este territorio fueron repartidos en encomienda para que ejecutaran los trabajos forzados que los conquistadores requerían. La mayor parte de ellos murieron durante el primer siglo de la Conquista, debido a que fueron robadas sus tierras, y obligados a trabajar en condiciones muy malas, realizando trabajos muy pesados, como los lavaderos de oro.
Como estaban débiles eran presa fácil de las enfermedades que trajeron los conquistadores, desconocidas para ellos. Periódicamente la viruela, el tifus, el sarampión, la peste bubónica y la gripe atacaban a la población, disminuyéndola notablemente. A ello se suma la separación que hacían los colonizadores de las familias indígenas: muchas veces marido y mujer vivían en lugares distintos y no tenían hijos.
Con el tiempo, rápidamente los aborígenes perdieron los rasgos característicos de su cultura, adoptando el idioma y la religión de sus conquistadores
A pesar de que la Corona hizo amplios esfuerzos por proteger a los indígenas, sus medidas resultaron inútiles, quedando este grupo reducido a su mínima expresión.

Actividad económica

Agricultura y ganadería

La actividad ganadera predominó durante los primeros cien años de la Colonia, siendo el sebo y el cuero los principales productos. Mientras el primero constituía la materia prima en la elaboración de las velas, el segundo era exportado hacia Perú, donde era transformado en diversos objetos, como suelas, badanas o cordobanes.

Durante el siglo XVIII la agricultura fue la actividad económica más importante. Factores externos (una devastadora plaga arrasó con casi la totalidad de los cultivos peruanos) aceleraron la demanda de nuestros productos, especialmente del trigo. Chile fue considerado, entonces, el granero del Perú, haciendo disminuir así las labores ganaderas e implementándose incluso una red vial para facilitar la exportación de los productos agrícolas.

Entre los cultivos más frecuentes que se desarrollaron en las estancias se encontraban el trigo, la cebada, el maíz, árboles frutales, hortalizas y viñedos.






Intercambio comercial

El comercio de todas las colonias españolas estaba bajo los dictámenes de la corona. Con el fin de aprovechar al máximo la nueva fuente de materias primas de alta calidad, España estableció un monopolio comercial con América. Para ello se implementó el sistema de flota y galeones, que consistía en la circulación de navíos mercantes desde Europa hacia América y viceversa, los que transportaban las materias primas y los productos manufacturados para ser transados. Estos, además, eran vigilados de cerca por barcos de guerra (galeones), los que aseguraban la integridad de las mercancías y de la tripulación.

Gracias a esta modalidad, el intercambio era continuo. Los comerciantes de nuestro país, por medio de sus agentes, llegaban a la ciudad de Portobello (Panamá) para adquirir los productos manufacturados provenientes de Europa, entre los que destacaban armas, joyas, aceite, vino y telas. Su traslado incrementaba considerablemente el precio de venta, lo que, paralelamente, fomentaba el contrabando de mercancías para conseguirlas a menor costo.

El monopolio comercial era tan estricto que incluso el intercambio entre las mismas colonias estaba fuertemente vigilado. Este hecho cambió de forma progresiva a contar del siglo XVII, cuando la corona flexibilizó las trabas comerciales. Una de ellas repercutió de manera directa en nuestro país, ya que permitió la apertura de dos importantes puertos, Valparaíso y Talcahuano.

Condiciones de trabajo indígena

Durante la Colonia, los gobernadores asignaban cierto número de indígenas a cada conquistador para que estuviesen bajo su cuidado. Estos debían trabajar según las órdenes de los españoles y pagarles tributos (en dinero o especies), debiendo recibir a cambio protección, comida y abrigo. Este sistema se conoció con el nombre de encomiendas y cada español a cargo de un grupo de indígenas recibió el nombre de encomendero.

Sin embargo, la situación no era tan ideal y, finalmente, las condiciones de vida de los aborígenes bajo el sistema de encomiendas eran paupérrimas.

Por ello, durante el siglo XVII fueron impulsadas una serie de medidas que intentarían regular y mejorar las condiciones de trabajo indígena. Sin embargo, a pesar de contar con el apoyo de importantes autoridades, pocas fueron implementadas y la mayoría obtuvo solo el repudio de los encomenderos.

En 1609 se intentó finalizar el servicio de encomiendas, pero solo se logró excluir a las mujeres y a los niños menores de 18 años. Doce años más tarde se promulgó la Tasa de Esquilache, que en 1622 sería modificada y llamada Tasa Real; esta medida fracasaría al igual que su antecesora. Ya en 1633 se redactó la Tasa de Laso de la Vega, donde se fijaba el tributo en diez pesos. Gracias a la iniciativa de Ambrosio O'Higgins, en 1789, se puso término oficial al sistema de encomiendas. La corona española determinaría su abolición definitiva en 1791.


Impuestos coloniales:

La directa vigilancia y administración que ejercía la corona española sobre el comercio de nuestro país no dejaba escapar ningún detalle, beneficiándose con cada una de las actividades económicas que se desarrollaban en el territorio.

El diezmo era el tributo que se cobraba a la producción agropecuaria y que sustentaba las labores religiosas, mientras que el quinto real gravaba el oro extraído en las minas y lavaderos correspondiendo a un quinto del total. También existía el almojarifazgo (impuesto de aduana sobre las mercancías que circulaban entre España y América), la alcabala (relacionado con la compraventa de bienes muebles o inmuebles) y la anata o media anata (correspondiente al pago del sueldo de uno o medio año).





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